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La Historia del Alcohol


La historia de la civilización es la historia de la cerveza. En cada era y área donde no ha llegado la civilización, no ha habido cerveza; opuestamente, en casi todos lados donde lo ha logrado, ha traído la cerveza consigo. La civilización –es decir, estructuras sociales jerárquicas y sus consiguientes relaciones de competición, desarrollo tecnológico desenfrenado, y enajenación universal - parece estar intrínsecamente ligada al alcohol. Nuestrxs sabixs, que retroceden y avanzan a través del tiempo para ver más allá de los límites de una cultura tan perniciosa, cuentan una fábula sobre nuestro pasado para explicar este lazo: La mayoría de lxs antropólogxs considera el comienzo de la agricultura como el inicio de la civilización. Fue este primer acto de control sobre la tierra el que hizo al ser humano pensar en si mismx como algo distinto a la naturaleza, que le forzó a convertirse en sedentarix y posesivx, que le llevó finalmente al desarrollo de la propiedad privada y el capitalismo. Pero, ¿por qué lxs cazadorxs/recolectorxs, cuyo hábitat natural ya les proporcionaba toda la comida que necesitaban, se confinaron en un sitio y abandonaron la vida nómada que habían practicado des del inicio de los tiempos? Parece más probable –y en esto, hay antropólogxs que están de acuerdo que lxs primerxs en domesticarse a si mismxs, lo hicieron para elaborar cerveza. Esta drástica reorganización en beneficio de la intoxicación debe haber sacudido la estructura tribal y su modo de vida hasta la raíz. Donde estos pueblos “primitivos” vivieron alguna vez en relación relajada y atenta con la tierra –una relación que les proporcionaba autonomía personal y soporte comunal así como mucho tiempo libre para gastar en admirar el mundo encantado que les rodeaba­, ahora alternan periodos de duro trabajo esclavo con periodos de incompetencia e indiferencia derivada de la borrachera. No es difícil imaginar que esta situación aceleró, si no necesitó, la subida al poder de los dueños, supervisores que vieron que la gente de la tribu, frecuentemente embriagada o incapaz, era la que llevaba a cabo las tareas más laboriosas de la vida cotidiana. Sin estos jefes y sistemas judiciales primitivos que ellos instituyeron, parecería que la vida por si misma era imposible: y así, con el apoyo contaminante del alcoholismo, el Estado embrionario fue concebido. Un modo de vida tan patético no habría sido atractivo para las personas que convivían con lxs agricultorxs alcohólicxs aborígenes; pero como todx historiador(a) sabe, la extensión de la civilización fue de todo menos voluntaria. Careciendo de las formas y la gentileza de sus compañeros de tierras vírgenes, estos salvajes, en sus excesos infracciones propias de la borrachera, provocaron una serie de guerras – guerras que, tristemente, lxs alcohólicxs fueron capaces de ganar, debido a la eficiencia militar de sus ejércitos autocráticos y el suministro constante de comida que sus tierras dominadas les proporcionaban. Pese a todo, estas ventajas no habrían sido suficientes si lxs brutxs no hubiesen llegado a tener el arma secreta en su posesión: el alcohol en sí. Los adversarios que de lo contrario se mantuvieron en pié en el campo de batalla cayeron indefinidamente antes del ataque cultural del libertinaje y la adicción del borracho, cuando el comercio –uno de los inventos de lxs agriculturxs, quienes además se convirtieron en lxs primerxs avariciosxs, lxs primerxs mercaderes­ introdujo este veneno entre lxs suyxs. Un patrón de conflicto, adicción, derrota y asimilación ­que fue trazado a través de la historia: desde la cuna de la civilización, pasando por las guerras Romanas para el Impero, hasta el holocausto perpetrado sobre lxs nativxs del Nuevo Mundo por sus asesinxs colonialistas europexs­ se puso en marcha. Pero esto es sólo un cuento, una especulación. Consultemos los libros de historia (donde debemos leer entre líneas, ya que estos libros han llegado a nosotrxs de los conquistadores asesinos del pasado y sus obedientes esclavos… es decir, ¡historiadorxs!) para ver si concuerda con la evidencia. Empezaremos en los primeros años de la agricultura, cuando las primeras tribus se establecieron –en tierras fértiles alrededor de ríos, donde el trigo y la cebada crecieran y fermentaran fácilmente en grandes cantidades. La domesticación de la humanidad y el alcohol Enkidu, un hombre primitivo peludo, despeinado y casi bestial, que comía hierba y podía ordeñar animales salvajes, quiso probar su fuerza contra Gilgamesh, el dios­rey. Gilgamesh envió una prostituta a Enkidu para aprender sobre sus fuerzas y debilidades. Enkidu disfrutó una semana de su compañía durante la cual ella le enseñó la civilización. Enkidu no sabía qué era el pan, ni había aprendido a beber cerveza. Ella le dijo a Enkidu: “Come el pan ahora, pertenece a la vida. Bebe también cerveza, como es costumbre en esta tierra”. Enkidu bebió siete copas de cerveza y sus pulsaciones se dispararon. En este estado se lavó y se convirtió en un ser civilizado. ­El primer escrito narrativo de la civilización, la epopeya de Gilgamesh escrita el 3000a.C., describe la domesticación de Enkidu el Primitivo por medio de la cerveza. Los documentos autentificados más viejos sobre la elaboración de cerveza fueron creados sobre 6000 años atrás en Sumeria, la civilización humana más antigua. Sumeria además constituyó el primer estado religioso que se conoce, y la “bebida divina” de esta religión fue la cerveza, elaborada por las sacerdotisas de Ninkasi, las diosas sumerias del alcohol. ¡Los himnos de Ninkasi eran las instrucciones de la elaboración de cerveza! La primera recopilación de Leyes, el Código de los Hammurabi de Babilonia, decretaban una ración diaria de cerveza en proporción directa con el estatus social: el consumo de cerveza fue codo a codo con las jerarquías. Por ejemplo, los trabajadores recibían dos litros mientras los sacerdotes y reyes ebrios obtenían cinco. Lxs historiadorxs consideran que la primacía del alcohol en estos antiguos libros de leyes hace entrever que la función original de la jerarquía era permitir a algunas personas acaparar cantidades masivas de alcohol mientras aseguraban la suficiente mano de obra –pacificada con sus precarias raciones de alcohol para disuadir la revuelta o la evasión­ siempre a mano para mantener los cultivos y la elaboración de cerveza. Los reyes usaban pajitas de oro para sorber cerveza de los barriles gigantes, una tradición que fue preservada en plástico en todo el mundo occidental. El rol fundamental del alcohol en esta primera jerarquía es fácil de reconocer, incluso en una lectura rápida de estos documentos: como en cada régimen autoritario, la justicia era un asunto primordial, y el castigo decretado para todxs lxs que violaran alguna de las leyes que regulaban la cerveza, era morir ahogadx. Aunque aún era un invento reciente, la cerveza influenció cada faceta de la civilización humana emergente. Antes de la invención de la moneda, la cerveza fue usada como el artículo estándar de intercambio – ¡una moneda antes de la moneda! En el Antiguo Egipto, el único regalo apropiado para ofrecer al Faraón cuando proponía matrimonio para su hija era un barril de cerveza, que además eran “sacrificados” a los dioses cuando el Nilo se desbordaba. La civilización se extendió, así como lo hizo la cerveza. Incluso en regiones tan remotas como Finlandia, la cerveza jugó un papel crucial en el momento en que la civilización golpeó: Kelava, un antiguo poema épico finés, tenía el doble de versos dedicados a la cerveza que a la creación de la tierra. La fabricación de cerveza pudo encontrarse en cualquier civilización, de los pueblos rudimentarios de los bárbaros germanos a los dioses­emperadores de la China antigua. Sólo esos seres humanxs que aún vivían en harmonía con la jungla, continuaron libres de alcohol –por un tiempo. Las “clásicas civilizaciones” de Grecia y Roma estuvieron tan empapadas de alcohol como lo estuvieron de sangre –todo el mundo antiguo se perdió en una resaca colectiva. Esto debe haber ayudado a lxs nobles y filosofxs a quitarle importancia al hecho de que su “democracia progresista” estaba basada en el sometimiento de la mujer y las masas de esclavxs. El mejor trabajo de la literatura “clásica”, el Symposium, detalla una fiesta protagonizada por Sócrates, cuyo salto a la fama como filósofo estaba argumentado con su tolerancia inhumanamente alta al alcohol. Estudiando sus glorificaciones de lo abstracto sobre lo real –teniendo en cuenta que estas le fueron falsamente atribuidas por su mentiroso alumno, Platón unx aún puede percibir un tufillo a amargo aliento de borracho. La cerveza y el estado Soy Gambrinus, Rey de Flandes y Barbante, el primero en hacer malta de la cebada y, por tanto, en concebir la elaboración de la cerveza. Por lo tanto, lxs fabricantes de cerveza pueden decir que tienen un rey como primer maestro cervecero. - ­El santo patrón de la cerveza fue un monarca, claro. El Imperio Romano finalmente se hundió, como todos los imperios finalmente hacen (incluyendo éste, ¡caray!), después de largas generaciones de orgías de borrachxs de decadencia y degeneración. Los dos supervivientes más influyentes fueron la cerveza y el Cristianismo. La cerveza estuvo en algún momento en dominio de la mujer –pero con la subida de la Iglesia Católica las órdenes monásticas se apoderaron de ese dominio para si mismas, destruyendo uno de los últimos bastiones del matriarcado originario. Lxs monjxs, consumiéndose en la oración, se confiaron a la bebida para aliviar su miserable ayuno religioso –y así, no sorprendentemente, la consumición de cerveza no fue considerada como una violación de sus votos de abstinencia. El consumo de cerveza en los monasterios alcanzó niveles inauditos, a lxs monjes se les permitía consumir hasta cinco litros de cerveza al día. También los papas y los emperadores principiantes como Carlomagno supervisarían el proceso de elaboración de cerveza, ambos con la esperanza de crear la bebida perfecta para borrar sus conciencias y la de sus súbditxs. El nacimiento del capitalismo y de la nación­estado empezó con la comercialización de la cerveza. Los monasterios, inundados de más cerveza de la que podían consumir, empezaron a venderla a las aldeas de alrededor. De noche funcionaban como bares, y estos hombres de Dios crearon algunas de las primeras empresas rentables bien administradas. Con el debilitamiento del poder de la Iglesia y el levantamiento de los modernos estados­nación, los reyes y los duques intervinieron para cerrar los monasterios exentos de tasas. Empezaron concediendo licencias para elaborar cerveza a la creciente clase comerciante, imponiendo tasas elevadas que aceleraran la centralización de poder y bienestar en esas naciones. La cerveza se convirtió en el foco de atracción de todas las noches y en el pilar fundamental de cada celebración. Navidad “Yuletide”, por ejemplo, deriva de “oleada de cerveza” (ale tide). Para pacificar a las mujeres en su noche de bodas, se hizó una “cerveza de novia” extra potente, y de ahí nuestra palabra bridal (nupcial). En todas partes el triunfo de la embriaguez, en todas partes el triunfo de Dios y el Estado. Su historia y la historia del lúpulo Añado que lxs cervecerxs y otrxs no usarán nada excepto malta, lúpulos y agua. Estxs mismxs cervecerxs, además no añadirán nada a la bebida cuando la sirvan o traten, bajo pena de muerte. ­ LA PUREZA DE LA CERVEZA Y LA EUGENESIA. Leyes de Bavaria­Landshut. Mientras los monasterios comercializaban la cerveza y el estado­nación prosperaba gracias a ello, aún quedaba una hermandad secreta de cervecerxs en las aldeas campesinas, fermentando, extraña y miraculosamente, bebidas para lxs pobres y excluidxs de la sociedad medieval. Estxs “brujxs” fermentaban bayas de enebro, mirto de brabante, anís, milenrama, romero, ajenjo, raíces de pino, beleño negro – cada uno con efectos únicos y potentes. Por ejemplo, mientras las bebidas basadas en la “mala hierba” del lúpulo eran sedantes, muchas otras bebidas fermentadas curaban a lxs enfermos, calmaban el enfado, y daban esperanza a lxs desesperanzadxs. Lxs campesinxs se reunían en sus pueblos y tomaban las bebidas sagradas hechas con la levadura que sus abuelas les habían transmitido a través de generaciones. Cuando se juntaron y consumieron estas bebidas salvajes y variadas, subieron a sus conciencias todas las humillaciones que los curas y reyes habían amontonado sobre ellxs, y se sublevaron contra sus gobernantes. Cuando estas revueltas se hicieron especialmente frecuentes y feroces en el Sacro Imperio Romano, algunos nobles alemanes conspiraron para destruir las culturas que las nutrían. El duque de Bavaria, Wilhelm IV, aprobó la Ley sobre la Pureza de la Cerveza para sofocar toda diversidad subversiva de fermentación. De 1516 en adelante, la cerveza tuvo que ser elaborada sólo con lúpulos sedantes: todo el alcohol se homogenizó, y cualquier avance que existiera/hubiera existido sobre fermentaciones medicinales o reconstituyentes se perdió. La cerveza a base de lúpulo provoca falta de 2 Planta trepadora, común en algunas zonas de España, de la familia de las cannabáceas, con tallos sarmentosos de tres a cinco metros de longitud, hojas parecidas a las de la vid. Sus frutos, desecados, aromatizan y dan el sabor amargo propio de la cerveza. coordinación, inhabilitación para pensar con claridad, y finalmente una muerte lenta –todas las cualidades necesarias para hacer a ambos, campesinos alemanes y trabajadores temporales modernos, incapaces para la revuelta Las mujeres que antiguamente fueron respetadas cerveceras de las aldeas de campesinos fueron capturadas y quemadas en la hoguera por “brujas de la cerveza”. Desde ese día, raramente imaginamos a una bruja sin su caldero. En las tierras con procesos indebidos de elaboración de cerveza las quemas de brujas continuaron hasta 1519. Con esta matanza, los últimos centros creadores e independientes de fabricación de cerveza fueron destruidos, y las mujeres se postraron ante el embriagado Dios de lxs monjxs reprimidxs y maestrxs cervecerxs codiciosos. A través del alcohol la gente vulgar fue acallada, y el paso por la vida en la Edad Media se convirtió en algo desagradable, corto, embrutecido –y sobre todo­ embriagado. Alcoholismo globalizado Efectivamente, si el proyecto de la Providencia es excavar a estos salvajes para hacer espacio a lxs que cultiven la tierra, parece probable que el ron pueda ser el medio apropiado. Ya ha aniquilado todas las tribus que antiguamente habitaban la costa marítima. ­Benjamin Franklin fue, primitivistas tomad nota, el “descubridor” de la electricidad, entre otras cosas –aunque lxs científicxs corrientes protestarían que él no descubrió la electricidad más que Colón América ¿Quizás “domesticador” es un término más preciso? Bueno, volvamos a nuestra historia. Cuando los Imperialistas Europeos empezaron su expansión cancerosa por el mundo, la cerveza lealmente dirigió la carga. Los primeros mercaderes, los Hansa, exportaron cerveza más allá de la India. La colonización de los Estados Unidos empezó cuando los Peregrinos se establecieron en Plymouth Rock (Massachusetts), en lugar de más al sur como tenían planeado, porque agotaron las provisiones: “especialmente nuestra cerveza”. Los padres fundadores, incluyendo a Washington y Jefferson, además de ser aristócratas esclavistas, eran fabricantes de cerveza. ¿Una coincidencia? Los cimientos del genocidio colonial soportaron el hedor de una larga y extensa pesadilla inducida por el alcohol –los Europeos destruyeron casi todas las culturas indígenas que encontraron con el alcohol y las enfermedades. La extensión del aguardiente entre la población indígena de Norte América fue de mano de la distribución de mantas letales infectadas de viruela. Muchas de estas culturas, sin la experiencia de cientos de años de alcoholismo civilizado sobre el que reflexionar, estaban aún más sujetas que los europeos a la devastación de la “civilizada cerveza”. Entre el alcohol, la enfermedad, el comercio y las armas de fuego, la mayoría de ellxs fueron rápida y completamente destruidas. Este proceso no se produjo únicamente en Norte América –se repitió en cada tentativa colonial europea. Mientras el surtido de drogas variaba (a veces era el opio, como por ejemplo, en las “Guerras del Opio” en que Gran Bretaña se hizo con el control de China), el alcohol fue calificado en muchos países de ser el instrumento socialmente más aceptado para la pacificación. La Revolución Industrial se aceleró con la perspectiva de fabricar cerveza todo el año, ya que de forma natural las temperaturas necesarias para su elaboración sólo se daban en invierno. La máquina de vapor, inventada por James Watt, fue inmediatamente adaptada, por Carl von Linde, para posibilitar la refrigeración artificial, permitiendo a aquellos que dispusieran de tales infraestructuras producir cerveza en cualquier momento y en cualquier lugar. Al contrario de la creencia popular, Louis Pasteur inventó la pasteurización para hacer cerveza, y sólo después fue adoptada por la industria láctea. La levadura, que se encuentra naturalmente en el aire, dejó de ser utilizada en ese estado cuando los científicos lograron aislar una única célula de levadura e indujeron su reproducción artificial en la elaboración de cerveza. Siguiendo la invención de la cadena de montaje, la cerveza ha sido producida masivamente en una escala cada vez más grande. Desde hace dos siglos, la industria del alcohol –como todas las industrias capitalistas­ se ha consolidado en algunas compañías importantes controladas feudalmente por familias como el infame sindicato de cerveza Anheuser­Busch (infame por sus enlaces con grupos derechistas y fundamentalistas religiosos). En cuanto a otros enlaces entre el alcohol y la actividad de la extrema derecha/fascista –quizás el lector pueda recordar cuanto Hitler inició su toma de posesión en Alemania. Resiste al capitalismo ­ Renuncia a beber No es exagerar, entonces, decir que el alcohol ha sido clave en las epidemias de fascismo, racismo, estatismo, imperialismo, colonialismo, sexismo y patriarcado, la opresión de clase, el desarrollo tecnológico desenfrenado, la superstición religiosa, y de otras maldades que han barrido la tierra en los últimos milenios. Hoy continúa jugando el mismo papel, ya que los pueblos de todo el mundo, finalmente domesticados y esclavizados por el capitalismo global a nivel universal, se mantienen pacíficos e indefensos por el suministro continuo de bebidas alcohólicas. Estas bebidas malvadas derrochan el tiempo, el dinero, la salud, la creatividad, el conocimiento, y las amistades de todxs lxs que habitamos este territorio universal ocupado –“el trabajo es la maldición de las clases bebedoras”, como dijo Oscar Wild. No sorprende, por ejemplo, que el objetivo principal de la publicidad para el licor de malta (un subproducto del proceso de elaboración del alcohol) sean los habitantes de los ghettos de los Estados Unidos: personas que constituyen una clase que, si no se tranquiliza con la adicción e incapacita por la autodestrucción, podría ser una de las líneas de frente en la guerra para destruir el capitalismo. La civilización –y todo lo nocivo y siniestro que engendra­ se desmoronará cuando aparezca un movimiento de resistencia que pueda contener la inundación de alcohol que inmoviliza las masas. El mundo vela por una abstinencia que pueda defenderse a sí misma, por una visión radical serena de la bebida, por una sobriedad revolucionaria que nos devuelva el extásico estado salvaje. Nuestra herencia antiautoritaria: Abstemios luchando contra el totalitarismo Muy a menudo, no se recuerda que en los círculos radicales durante muchos siglos el veg(etari)anismo y la abstinencia de la bebida han sido habituales. Unx sólo necesita hojear a través de los libros de historia para acumular una larga lista de herejes, utopistas, reformistas, revolucionarios, comunalistas e individualistas que adoptaron este estilo de vida como elementos esenciales en sus programas. Nosotrxs dejamos esta lista a lxs lectores entusiastas o críticos obsesivos –basta decir que los ejemplos oscilan entre hombres blancos adultos como Friedrich Nietzsche, quien evitó incluso la cafeína mientras ensalzaba el bacanalismo exstásico descrito aquí, N.Vachel Lindsay, el visionario vagabundo de Springfield, Illinois que cruzó los primitivos Estados Unidos para compartir sus dotes poéticas para la abstención y el desempleo voluntario, y Jules Bonnot y sus compañeros anarquistas atracadores de bancos, que inventaron el coche de huída juntos, hasta Malcolm X (claro), y el EZLN –que prohibió el alcohol cuando el consejo de mujeres zapatistas se hartó de las tonterías de los hombres3 . Una de 3 El gobierno capitalista de Méjico intentó minar la actividad revolucionaria importando cerveza a pueblos como Ocosingo; en esta ciudad y en otras; los Zapatistas respondieron levantando barricadas y luchando los soldados que querían hacer cumplir este “libre comercio” por encima de su voluntad. las mejores canciones de Public Enemy’s ataca el rol del alcohol en la explotación y la opresión de la comunidad Afro­Americana. Apostamos que Leon Czolgosz estaba completamente sobrio cuando mató de un disparo al Presidente de Estados Unidos William McKinley. Ah, y ­cómo nos íbamos a olvidar­ como siempre Ian McKaye. En el otro lado de la moneda –¿puedes imaginar todo el progreso que podríamos haber logrado en este conflicto si antiautoritarios como Néstor Makhno, Guy Debord, Janis Joplin, e incontables anarcopunks hubiesen dedicado más energía en la creación y destrucción que tan ansiosamente deseaban en lugar de beber hasta morir? ¡Suficiente historia! ¡Permitamos al futuro empezar! Quizás hablar tanto de tiempos y gentes lejanas te deje frío. Seguro, la historia puede estar muerta –y la historia de los ejércitos vencedores y los Presidentes asesinos en serie es, en efecto, una historia de muerte. De todos modos, podemos aprender de este pasado, así como de cualquier otro, si encendemos nuestra imaginación y tenemos buen ojo para los modelos. Lxs historiadorxs profesionales y sus consiervos de siervos dirían que esta atribución es subjetiva o sesgada, pero entonces –¿cuál de sus historias no lo es? Nosotrxs no somos aquellxs cuyos salarios dependen de patrocinios de empresas ni patrones, ¡de ningún modo! Incluso si decides que esta historia del alcoholismo es “la” verdadera, por favor no gastes el tiempo en buscar en el pasado algún estado perdido hace tiempo de sobriedad primitiva que –ningunx de nosotrxs conoce­ puede no haber existido nunca. Lo que importa es lo que hacemos en el riguroso presente, qué historias crean las acciones hoy. La historia es un residuo –no, mejor, un excremento­ de tales actividades; no nos ahoguemos en esto como lo hizo la levadura, aprendamos qué es lo que queremos y entonces dejémosla atrás. No permitamos que nada nos pare, ni siquiera el alcohol, ¡tan arraigado a nuestra cultura como está! Estxs déspotxs embriagadxs y fanáticos de la barriga cervecera destruirán su mundo y lo apagaran bajo su historia, pero nosotrxs tenemos un nuevo futuro en nuestros corazones –y el poder para difundirlo en nuestras sanas vidas. Anarquía y Alcohol logra hablarnos de la problemática del alcohol en el ámbito político sin caer en tópicos ni en el dogmatismo que caracteriza a este debate; nos guía en un viaje por la historia de la civilización ­según defiende­ cimentada en la fabricación de cerveza; nos retrata lo cotidiano y lo doloroso a la vez. Todo con un tono irónico, que no se olvida de la seriedad con la que debe tratarse el tema. Propone, además, recuperar palabras como “éxtasis” o ”embriaguez”, para dotarlas de un sentido más positivo y que refleje realmente ese estado de plenitud que tanto anhelamos. Y sobretodo, provocar la expansión del rechazo del alcohol ­y del resto de drogas, claro­ predicando con el ejemplo en una vida sana y en busqueda de la realización personal. En esta cultura automatizada, nos hemos acostumbrado a vernos como simples maquinas para operar: agregar el producto químico apropiado a la ecuación para conseguir el resultado deseado. En nuestra búsqueda de la salud, la felicidad, el sentido de la vida, hemos corrido de una panacea a otra ­Viagra, vitamina C, vodka­ en vez de acercarnos a nuestras vidas holísticamente y dirigir nuestros problemas hacia sus raíces sociales y económicas. Esta lógica orientada al producto es la base de nuestra alienada sociedad de consumo: ¡Sin consumir, no podemos vivir! Intentamos comprar la relajación, la comunidad, la autoestima ­¡ahora incluso el éxtasis viene en una píldora! Queremos el éxtasis como un modo de vida, no como veneno en el hígado provocado por el alcoholismo diario. “La vida es una mierda, emborráchate” es la esencia del argumento que entra en nuestros oídos de la lengua de nuestros amos y después pasa babeando por nuestras bocas, perpetuando cualquiera de las verdades fortuitas e innecesarias a las que pudiera referirse ¡Pero no vamos a caer en eso nunca más! ¡En contra de la borrachera ­y por la embriaguez! ¡Quema las tiendas de licores y sustitúyelas por parques! ¡Por una bacanal lúcida y una sobriedad extásica! https://rechazodistro.files.wordpress.com/2010/08/anarquia-y-alcohol-formato-rechazo.pdf

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