HIPOCRESÍA.
“ La complacencia hacia un sistema es la complacencia a una mentira”. Hoy en día es imposible evitar la hipocresía en cualquier lucha contra el status quo. Las estructuras políticas y económicas están construidas de forma que resulta imposible no estar inmers@s en sus mecanismos. No importa lo que pienses acerca de las oportunidades de trabajo que se te ofrecen en nuestro sistema económico, realmente no tienes ninguna opción ya que necesitas trabajar para no morirte de hambre o de alguna enfermedad de la que no te podrías salvar sin tener seguro médico. Si no crees en la propiedad material, tampoco tienes alternativa porque has de comprar toda la ropa y comida que necesitas y un espacio para vivir (si es que no estás preparad@ para vivir fuera de este sistema)- ya que no existen espacios de tierra libres que no hayan sido reclamados por alguien, o alimentos que no sean “propiedad” de alguien. Si una persona quiere distribuir material criticando el sistema capitalista de producción y consumo, no le queda más remedio que pagar para producir este material y venderlo a l@s consumidor@s - o vender publicidad que anima a la gente a ser consumidor@s, para poder financiarlo. Si una persona no quiere financiar la brutal tortura y asesinato de animales en el nombre del capitalismo, puede dejar de comer carne y pescado y productos derivados de animales, puede dejar de comprar productos testados en animales y puede dejar de vestir pieles, pero todavía habrán productos animales en los carretes de su cámara fotográfica, en los vinilos que escucha, y en el resto de productos sin los cuales es muy difícil vivir en la sociedad moderna. Además, las compañías a las cuales compra los vegetales que come seguramente estén relacionadas con las compañías que producen carne y productos derivados de animales, y esos vegetales seguramente estarán recogidos por trabajador@s explotad@s. Y al mismo tiempo, la cultura occidental moderna está instaurada de una manera tan fuerte en nuestras mentes, indoctrinada desde que somos pequeñ@s, que es prácticamente imposible evitar la influencia en nuestras acciones de los valores y opiniones contra los que luchamos. Después de toda una vida de aprendizaje para darle un valor financiero a las horas de nuestros días, resulta muy difícil dejar de pensar que para que algo valga la pena debemos ser recompensad@s de forma material por ello. Después de toda una vida de respetar jerarquías de autoridad, resulta muy difícil interactuar con todos los seres humanos desde la igualdad. Después de toda una vida de asociar la felicidad a ser espectador@s pasiv@s, resulta muy difícil disfrutar más construyendo muebles que viendo la televisión.
Y por supuesto hay mil formas más en las que estos valores y opiniones se manifiestan en nuestros pensamientos y acciones. Esto no quiere decir que la resistencia sea inútil. Todo lo contrario: si nuestras opciones hoy en día están tan limitadas que no podemos actuar sin reproducir las condiciones de las que queremos escapar, la resistencia es absolutamente crucial. Esto quiere decir que la inocencia es un mito, un concepto contrarrevolucionario que debemos dejar atrás igual que cualquier pensamiento post-cristiano. El cristiano tradicional pide a todos los seres humanos que sean inocentes, que tengas las manos limpias de cualquier “pecado”. Al mismo tiempo, el “pecado” es tan difícil de evitar para el cristiano que esta petición conlleva sentimientos de culpa y derrota en el creyente, y finalmente sentimientos de desesperación al ver que es imposible ser “inocente” y “puro”. De hecho, prohibiendo el “pecado”, la doctrina cristiana lo convierte en algo más tentador e intrigante para el creyente, porque aunque la cabeza lo haga, el corazón no reconoce autoridades y siempre irá en búsqueda de aquello que no le está permitido. No debemos cometer los mismos errores que el cristianismo; la petición de que la gente esté libre de hipocresía, libre de cualquier implicación en el sistema, acabará teniendo los mismos efectos que cuando los cristianos le piden a la gente que esté libre de pecados. Creará frustración y desespero en aquell@s que buscan un cambio, y hará que la hipocresía sea más tentadora. En vez de buscar manos que estén libres de implicaciones en el sistema contra el cual luchamos, deberíamos hacer que los efectos negativos inevitables de nuestras vidas se vean equiparados con la mayor actividad positiva que podamos hacer para equilibrar la balanza. Esta visión del problema nos salvará de estar inmovilizad@s por el miedo a la hipocresía o la vergüenza frente a nuestra “culpa”. Además, las demandas de suprimir la hipocresía anulan la complejidad del ser humano. El corazón humano no es simple; cada ser humano tiene una variedad de deseos que le pueden empujar en diferentes direcciones. Pedir que un ser humano vaya solamente en busca de algunos de esos deseos e ignore los otros es pedir que viva permanentemente vaci@ ...y curios@. Esto es típico del tipo de pensamiento dogmático que nos ha estado jodiendo durante siglos: insiste en que un@ individu@ debe ser fiel a un código de reglas, solamente a uno, en vez de hacer lo que es apropiado para él/ella en cada situación particular. Así que estate orgullos@ de ti mism@ tal y como eres. En vez de amarrarnos de forma inflexible a un sistema establecido, atrevámonos a rechazar la idea de que debemos ser fieles a una doctrina particular en nuestros esfuerzos por crear una vida mejor. No pretendamos ser inocentes, no pretendamos ser puros y tener la razón. Proclamemos que somos hipócritas, que no pararemos ante nada, ni siquiera ante la hipocresía, en nuestra lucha por tomar el control de nuestras vidas. En estos tiempos en los que es difícil no ser una parte del sistema que pretendemos hundir, la hipocresía es realmente subversiva, pues habla de la verdad que hay en nuestros corazones, y nos muestra lo difícil que es dejar de vivir el tipo de vida moderna para el que hemos sido educad@s. Y simplemente eso ya es una buena razón para luchar.