La esclavitud salarial y las maquiladoras no son fenómenos de libre mercado
El conservador American Enterprise Institute ofrece una defensa más de las maquiladoras por parte de un promotor autoproclamado de los mercados y la libertad, el profesor Mark J. Perry. De hecho, es algo más que una defensa; es una recopilación selectiva de citas y anécdotas que ensalzan las maquiladoras como mecanismos perfectamente loables para salir de la pobreza.
Las típicas defensas de las maquiladoras con argumentos de libre mercado se centran en el hecho de que “las maquiladoras son mejores que las alternativas disponibles“. Estas defensas también tienden a enfatizar el papel de las maquiladoras en un “proceso de desarrollo que en última instancia aumenta la calidad de vida”.
Si la autoridad bloquea otras opciones utilizando la violencia estatal sistemática a lo largo de décadas para arrebatarle a las personas sus derechos y recursos, entonces por supuesto que el empleo en una maquiladora comienza a parecer una buena opción, o incluso la mejor.
Pero esta redacción selectiva de la historia es la razón por la que tantos supuestos defensores del libre mercado se ganan la reputación de hacer la vista gorda ante la injusticia económica. Los anarquistas de mercado no ven ninguna razón coherente u honesta por la que los defensores de la libertad, la competencia y los derechos individuales debemos desperdiciar nuestras palabras justificando el régimen de esclavitud salarial ofrecido por las maquiladoras.
La frase “esclavitud salarial” suele enfadar bastante a la mayoría de los promotores de la libertad de mercado, que suelen argumentar que la relación empleador-empleado es un sencillo acuerdo voluntario basado en la libertad de contratación.
Sin embargo, la definición de un contrato legítimo asume que las relaciones han estado ausentes de coerción y coacción hasta alcanzarse el punto de “acuerdo”. Pero, ¿y si no lo han estado? ¿Y si la historia ha sido una serie de desventuras trágicas y violentas, una larga lista de expropiaciones, injusticias y otras villanías llevadas a cabo por el Estado para enriquecer a una pequeña clase dominante?
¿Seguiríamos estando dispuestos a defender las maquiladoras o empezaríamos a atacarlas con argumentos de libre mercado? Tal como lo expresó William Bailie, “la esclavitud salarial es simplemente la fase moderna de la esclavitud tradicional”. Al igual que los anarquistas de mercado de hoy en día, Bailie veía el capitalismo no como un proceso de avance y desarrollo, sino como un “retroceso económico” que socavaba la libertad personal.
Los anarquistas de mercado tienen más fe en la libertad, el espíritu empresarial y la soberanía individual que la mayoría de los que se autodenominan defensores de la libre empresa. No creemos que la gente de los países en desarrollo elegiría trabajar horas interminables en condiciones infrahumanas si no estuviesen limitados por restricciones arbitrarias como la ley de propiedad intelectual y tuviesen libre acceso a los recursos comunes como la tierra.
Los apologistas de las maquinadoras tienden a ignorar el problema del monopolio de la tierra, o tal como los describió Murray Rothbard, el problema de la “continua confiscación de la tierra por los agresores”. Rothbard argumentaba que los legítimos dueños de la tierra son “los verdaderos poseedores”, en lugar de aquellos “cuya original y continua ocupación de la tierra y sus frutos proviene de la coerción y la violencia”.
La historia de lo que hoy es considerado como el mundo en desarrollo, donde se encuentran la mayoría de las maquiladoras, está plagado por la monopolización política y el robo de la tierra, los cuales han deprimido los salarios y apuntalado las rentas. Esta profunda coacción política no tiene nada que ver con los verdaderos principios del libre mercado.
Cabe preguntarse si los defensores de “libre mercado” de las maquiladoras realmente creen que llegamos a la situación actual por el camino de la libre empresa, lo cual, de ser así, permitiría defender las condiciones económicas de hoy en día.
Puede ser que los defensores de las maquiladoras reconozcan sus antecedentes históricos, pero que aun así sigan considerando que es importante reconocerlas como la mejor alternativa para los pobres en el mundo en desarrollo. Pero nadie niega ese hechoen sí mismo – por el contrario, los anarquistas de mercado simplemente afirman que estos fenómenos son injustos e insostenibles tal como existen hoy en el mundo.
Artículo original publicado por David S. D’Amato el 30 de noviembre de 2014.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.