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Los Zetas vs. “Tu” Gobierno: La Muy Temida Comparación

Greta Susteren de Fox News se pregunta, “¿Podría México Convertirse en el Próximo Bengasi?”. “El congresista Michael McCaul nos lo advierte porque agentes estadounidenses están ayudando a policías mexicanos a perseguir a los más violentos cárteles de la droga, pero nuestros agentes no pueden entrar armados a México”.

Los políticos y sus intelectuales adictos, sea cual fuere su nacionalidad o su bandera, aman asustar a la gente con el tema de los “cárteles de la droga” y el “narco-terrorismo” como excusa para extraer más dinero y acaparar más poder sobre sus súbditos. La “guerra contra las drogas” es un monopolio gubernamental que dispone de decenas de miles de millones de dólares todos los años en los Estados Unidos y de sumas proporcionalmente similares en otros países. 185 gobiernos han firmado el Convenio de las Naciones Unidas contra el Tráfico ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas.

Pero cuando uno lo piensa bien, los cárteles de la droga son bastante similares a los gobiernos… excepto que son menos onerosos y mortales para la mayoría de nosotros.

Para demostrar lo que estoy diciendo, tomaré la leyenda favorita por excelencia, el cártel de Los Zetas de México.

El origen de Los Zetas, irónicamente, se encuentra dentro del mismo estado mexicano. Empezaron como tropas de operaciones especiales en el ejército de México (miembros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales) antes de ser reclutados como una fuerza interna de seguridad del cártel del Golfo, del cual eventualmente (y violentamente) se separaron. Su nombre deriva del código de radio de su primer comandante, Z1.

Los Zetas, según Wikipedia (que a su vez cita un documento de la Comisión de Seguridad Interior de la Cámara de Representantes de Estados Unidos), operan a través de la extorsión, los asesinatos, la protección chantajista, los secuestros y otras actividades criminales”… en otras palabras, las mismas actividades que “tu” gobierno desempeña, pero en una escala mucho menor. Y a través de esas actividades, supuestamente “controlan” 11 estados mexicanos.

Pero analicemos la naturaleza de este “control”. Los Zetas se encargan de proveer productos útiles (drogas) a la gente que voluntariamente los consume. Y a pesar de que ejercen de manera vigorosa y violenta un monopolio territorial sobre ese tipo de actividad económica, tal como “tu” gobierno lo hace respecto a otras actividades (calles y caminos, provisión de servicios de correo, planes de pensión, etc.), por lo general se contentan con un conjunto mucho más pequeño de dichos monopolios.

En otras palabras, si te metes con Los Zetas o con “tu” gobierno, probablemente serás sometido a un esquema de protección chantajista (impuestos), te asesinarán (la policía te disparará), te extorsionarán (tasas y multas), o te secuestrarán (te meterán preso).

Pero para ganarse la enemistad de Los Zetas uno tiene que esforzarse en provocarlos haciéndole la competencia en el negocio de las drogas o intentando interrumpir su negocio de alguna manera. Sin embargo, molestar a “tu” gobierno podría consistir en algo tan trivial como tener “demasiados” gatos, cruzar la calle con un semáforo en rojo, o incluso no arrodillarte y presentar el papeleo gubernamental adecuado.

Para ponerlo de manera aún más sucinta, a Los Zetas en realidad no les interesa dirigir tu vida diaria. Si no te metes con ellos, probablemente no se meterán contigo.

Trata de pedirle a “tu” municipalidad, “tu” legislatura nacional o a “tu” amigable burócrata de seguridad en “tu” aeropuerto que te dejen en paz, a ver qué tal te va.

En la medida que Los Zetas son tipos malos (y yo estoy de acuerdo en que lo son), es importante recordar que ellos son la creación casi exclusiva de tipos más malos todavía: los políticos. La “guerra contra las drogas” hace que los cárteles no solo existan sino que se hagan inevitables, y garantiza que operen de la misma manera que los estados que les dieron la vida. Si pudiese deshacerme de solo uno de estos dos tipos de organización criminal, no dudaría en mi elección.

Artículo original publicado por Thomas L. Knapp el 07 de diciembre 2012.

Traducido del inglés por Carlos Clemente.


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